Personajes Alfonso Diez |
¿El fin justifica los medios? Depende de qué
fin se persiga y cuáles son los medios para lograrlo. Si para llegar a una
posición política, por poner un ejemplo extremo, hay que asesinar, es
preferible quedarse sin el puesto deseado. En este caso, el fin no justifica
los medios.
¿Y para conseguir más votos en unas
elecciones, es válido asociarse con uno de los adversarios o con otro partido
político? También depende de cuál es el partido, su plataforma política, su
ideología, sus dirigentes.
Hay ejemplos a lo largo de la historia de
asociaciones exitosas entre diferentes partidos para llegar al poder. Uno de
ellos es la Unidad Popular, que hizo presidente de Chile a Salvador Allende.
Y en el caso concreto de México, ¿qué partidos
políticos se podrían aliar y cuáles no? Hay ocho: PAN, PRI, PRD, PSD, PANAL,
Convergencia, PT y Verde. Los tres primeros cuentan con la mayoría de la
votación, pero los cinco últimos, de asociarse con alguno de los primeros,
pueden darle el voto necesario para ganar si se diera una votación muy cerrada.
Antes de las elecciones de 2006, Elba Esther
Gordillo se peleó con Roberto Madrazo y le echó la maldición, le dijo que de su
cuenta corría que no ganara la presidencia. La votación, en realidad, favoreció
al PAN y muy cerca de él al PRD, el PRI de Madrazo quedó en un lejano tercer
lugar; pero esa animosidad de Gordillo favoreció de alguna manera al candidato
del PAN, que obtuvo un margen porcentual pequeño para lograr el triunfo y
seguramente el voto de los maestros fue determinante para que ganara.
Ahora se presenta una oportunidad parecida en Nuevo León para las
elecciones de este 2009. ¿Debe aliarse el PAN con el PANAL de Elba Esther, o
no? Unos cuantos votos pueden significar que el próximo gobernador de ese
estado sea del PRI o del PAN. Una mala selección de candidato y la decisión de
no hacer alianzas, por motivaciones casi estrictamente ideológicas, ya le
costaron al PAN perder la gubernatura ante el PRI.
¿Cuál sería el costo? La fuerza de la dirigente del sindicato de
maestros es evidente. Se le otorgó una subsecretaría de Educación Pública, cuyo
titular es su yerno, y la dirección de la Lotería Nacional, en la que mueve a
discreción a sus incondicionales. Pero la cuota no para en eso, la maestra lanza
amenazas cada vez que el gobierno federal no le cumple sus caprichos.
Ahora dice que no apoyará al PAN en Nuevo León si antes no le cumple
la SEP lo ofrecido a sus maestros, y estos constituyen una fuerza de millones
de votos que no pueden desecharse de un plumazo. Hay, sin embargo, mucho en
juego.
Una concesión pequeña puede desembocar en peticiones cada vez mayores
que ya se podrían definir como chantajes. Pero tampoco hay que caer, por
capricho, en el extremo contrario: Cuando Díaz Ordaz comenzó como Presidente de
la República desató una persecución feroz contra los médicos de las
instituciones del gobierno que se manifestaban solicitando mejores salarios;
adujo que cada vez que comenzaba su mandato un nuevo presidente había sectores
que lo querían probar y que él, con su respuesta firme, les estaba haciendo ver
que no lo iban a chantajear y que tendría la mano firme.
En realidad, el hombre de Chalchicomula (que allá nació), pasó a la
historia como uno de los mandatarios más represores que ha tenido México,
debido a sucesos como el mencionado con los médicos y a la masacre de
Tlatelolco, de octubre de 1968.
Su mandato marcó los posteriores, para bien y para mal, hay que
reconocerlo. Echeverría, su sucesor, quiso hacer una jugada que le salió mal:
ordenó otra represión violenta contra los estudiantes que se manifestaban, el
10 de junio de 1971. Su gobierno había elaborado un plan para reprimir con un
grupo oficial de choque al que denominaron “Los halcones”, que se pasaron de
violentos y para quedar como redentor el presidente buscó un chivo expiatorio,
que fue su Jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Martínez
Domínguez. Le echó la culpa de todo y lo cesó, pero nadie le creyó a Echeverría
que, a la fecha, sigue con el juicio de la historia pendiendo sobre su cabeza.
Las acciones represivas de estos dos presidentes marcaron, decíamos,
para bien y para mal a los sucesores. Para bien, porque disminuyó la represión;
para mal, porque con este escudo aumentaron significativamente las marchas y
manifestaciones de protesta, algunas bien sustentadas y otras no, pero sin
consideración, en su gran mayoría, para la población que se ve perjudicada por
el cierre de calles que impide la libre circulación de vehículos.
El temor a ser condenados por el pueblo y el juicio de la historia
como represores ha impedido a los gobernantes actuar conforme a derecho para
hacer valer el axioma que dice que “La libertad personal termina donde
comienzan las libertades de los demás”.
El gobernante actual tiene que ser cauto, pero firme. De acuerdo, no
hay que casarnos con nuestras ideas, no hay que encapricharnos, pero hay
principios básicos no negociables.
Son los extremos: Con el fin de permitir una celebración de Juegos
Olímpicos tranquila, en 1968 ¿Se justificó la matanza de Tlatelolco? NO.
¿La represión de los médicos? NO.
¿Se justificaron las acciones de Echeverría el 10 de junio de 1971,
sin importar cuál fuera el objetivo? NO.
¿La
alianza con cualquier partido para ganar unas elecciones? Con cualquiera, no,
pero el PSD, el PANAL de Elba Esther, Convergencia de Dante Delgado, el PT de
Alberto Anaya, y el Verde de González Martínez y su padre son partidos a los
que habría que tachar de comodines; no valen por sí solos, solamente logran
votos y posiciones cuando van de aliados de alguno de los tres partidos
grandes. Como si tuvieran facturado a su nombre el partido que dirigen.
El PSD
se autocalifica como el partido de la verdadera izquierda, con el afán evidente
de atraer el voto de los que emigran del PRD, pero será hasta las elecciones de
este 2009 cuando se verá si logra su objetivo. Hay que recordar que emerge del
rompimiento con su ex candidata a la presidencia, Patricia Mercado, con un
nuevo nombre.
Convergencia
y el PT ya están apartados por el PRD, van juntos; el Verde se mueve hacia
donde le soplen mejores vientos.
El
PANAL es realmente la única posibilidad de lograr una alianza para el PAN. ¿La
puede, o la debe desperdiciar? ¿Con el riesgo de perder la gubernatura de Nuevo
León en este 2009 y tal vez muchas otras posiciones? Pero, insistimos ¿A qué
costo? ¿Lo vale?
Éste es
uno de los precios que hay que pagar desde que se acabó la hegemonía, en buena
hora, del partido único, el PRI. El voto se ha dividido en las preferencias de
los votantes y el peligro que se corre es no solamente que el PRI recupere gubernaturas,
diputaciones y senadurías, sino que vuelva a ganar la Presidencia de la
República.
Los
emigrados del PRI que fueron a parar al PRD perjudicaron al primero, le
restaron votos, pero en la medida que el PRD se desintegra, el PRI puede
recobrar fuerzas y votos, en consecuencia.
Así
que, “París bien vale una misa”, el PAN deberá aliarse a Elba Esther y seguir
así hasta que la composición del Congreso le permita adoptar leyes que acaben
con imposiciones históricas, como la de los colores en el escudo del PRI:
verde, blanco y colorado que, por ser iguales a los de la bandera, motivan a
los electores con menor información a cruzar tal logotipo y le acarrean miles
de votos no razonados al ex partido oficial.
Como dijo Enrique IV cuando fue coronado como rey de Francia: “París bien vale una misa”. la Iglesia aliada de Lutero. Así es y vale la comparación: el PAN, aliado de Elba Esther. No les queda de otra.
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